El
proceso de emancipación latinoamericana está comprendido entre los años 1809 y
1830, no puede ser explicado tan fácilmente. Aunque se dio en un marco
internacional favorable, el principal motor de la Independencia fue interno. La
decadencia del imperio español, la independencia de Estados Unidos y la
Revolución Francesa con todo su impacto en Europa tuvieron influencia muy
significativa, pero el movimiento autonomista americano tuvo sus principales
raíces en el agotamiento del propio proceso colonial y en las contradicciones
que se dieron en su interior. La independencia se inició con lo que debe
considerarse como la Revolución Americana contra el antiguo régimen. En el
curso de dos décadas, el subcontinente cambió de fisionomía política y
surgieron en él quince nuevos países independientes.
La
crisis de los 1700 afectó el equilibrio de poder que se había establecido entre
el Estado colonial, representante de los intereses españoles, y los grupos de
propietarios locales. Al consolidarse el sistema hacendario, la burocracia
estatal perdió injerencia en la vida económica. La mayoría de los trabajadores
quedaron vinculados en forma directa y cada vez más estrecha al poder
latifundista. Por otra parte, las trabas comerciales implantadas por los
españoles afectaban a los grupos importadores y exportadores. Las clases
terratenientes y los comerciantes consolidaron su control de las economías
locales y regionales, en tanto que la burocracia española conservaba solo el
manejo político. Este divorcio entre el poder económico social y el poder
político se resolvería a favor de las clases dominantes locales, que, una vez
que manejaban ya el aparato productivo, se lanzaron a captar la dirección
política. Los cabildos que tenían a su haber una vieja tradición de protesta de
los criollos cobraron a fines del siglo XVIII enorme importancia.
Los
grandes protagonistas de la Independencia, los patriotas, fueron los notables
latifundistas, a los que se sumaron lo que podríamos denominar grupos medios de
la sociedad colonial, entre ellos, los intelectuales, que dieron un sesgo
radical al proceso.
Los
grupos populares urbanos, básicamente artesanales y el pequeño comercio, fueron
reticentes al principio, y solo apoyaron la rebelión anticolonial es estadios
posteriores de la lucha. En las masas indígenas, protagonistas de muchos
alzamientos en las décadas previas, había la conciencia de que los
beneficiarios de la autonomía eran justamente los terratenientes que habían
contribuido a la sangrienta represión de esos alzamientos. Por ello, los
pueblos indios solo excepcionalmente apoyaron las luchas independentistas. Y
cuando lo hicieron, en muchos casos respaldaron a las fuerzas españolas. Los
negros, en cambio, cuando vieron que su participación en la guerra les
permitiría librarse de la esclavitud o ascender en la sociedad, se integraron
en los ejércitos patriotas. La jerarquía de la Iglesia, por su parte, se
mantuvo leal a la corona, aunque hubo muchos clérigos que abrazaron la causa
independentista.
En los
territorios de la jurisdicción de la Audiencia de Quito, en el período que va
desde la primera década del siglo XIX hasta la fundación de la República del
Ecuador, se distinguen dos etapas. La primera cubre el proceso
independentista. En ella pueden distinguirse tres momentos: de 1808 hasta 1812,
de 1812 hasta 1820 y de 1820 a 1822. La segunda etapa corresponde a los
años de vida del país dentro de la Gran Colombia.
La revolución de Quito (1808 –
1812)
La
intervención napoleónica en la península ibérica convirtió a las autoridades de
los virreinatos y audiencias en representantes del usurpador. Así surgió en
América la idea de sustituirlas por juntas, integradas por criollos que
gobernarían a nombre del monarca legítimo. En Quito fue develado un intento de
este tipo en 1808. Sin desanimarse por el fracaso, los conspiradores formaron
la Junta Soberana que se hizo cargo del mando el 10 de Agosto de 1809. El
marqués de Selva Alegre fue nombrado Presidente. En el hecho se destacó la
acción de Morales, Quiroga, Riofrío, Ante y de doña Manuela Cañizares.
La vida
de la Junta fue precaria. El apoyo esperado de Cuenca, Guayaquil y Pasto no
pudo conseguirse. Las autoridades españolas controlaron la situación. La
milicia quiteña no logró atraer a los grupos populares y no alcanzó un nivel
aceptable de organización. El virrey de Lima envió una fuerza militar que cercó
Quito. El de Bogotá dispuso la invasión por el norte. Débil y vencida, la Junta
Soberana se disolvió. Las autoridades españolas ofrecieron en principio perdón
y olvido, pero apresaron a cerca de una centena de revolucionarios y los
castigaron con sentencias de muerte y expulsiones. Como reacción, el 2 de
agosto de 1810 el pueblo de Quito se lanzó a la toma de prisiones y cuarteles.
Éste fue el pretexto para que las tropas hicieran una carnicería.
La
llegada a Quito de Carlos Montúfar, hijo del marqués de Selva Alegre, como
comisionado regio del Consejo de Regencia español, motivo la formación de una
nueva Junta de Gobierno en la que Montúfar tuvo gran influencia. Un congreso
expidió los artículos del Pacto Solemne de Sociedad y Unión entre Provincias
que forman el Estado de Quito. Esta primera carta constitucional reconocía como
monarca a Fernando VII y establecía división de poderes, gobierno electivo,
representativo y responsable, y alternabilidad en las funciones públicas. Esta
Junta también duró poco. Fue vencida por las fuerzas españolas. A finales de
1812, el país estaba de nuevo firmemente controlado.
Los
protagonistas del proceso fueron poderosos latifundistas, para cuyo manejo
político la burocracia española era un impedimento. Una vez instalados en el
mando, suprimieron las contribuciones de los blancos, manteniendo la de los
indios, e hicieron desaparecer la constancia de las cuantiosas deudas que
habían contraído con la Corona por compra de tierras. Los notables criollos
fueron los usufructuarios de la libertad. Pero no es posible entender el sesgo
ideológico del proceso sin la participación de intelectuales venidos de las
capas medias, los radicales de la causa, como Morales y Quiroga.
El
fracaso militar de la Junta Soberana se ha adjudicado a la poca respuesta
popular que logró el movimiento. El pueblo se dio cuenta de que esa libertad no
le beneficiaba. Solo cuando la dirigencia insurgente logró imponer su propia
visión de la independencia como necesidad general, obtuvo cierta movilización
de artesanos y pequeños propietarios, que emprendieron acciones insurgentes
como la del 2 de agosto.
El triunfo realista (1812 – 1820)
De 1812
hasta 1820 se vivió una tensa calma en la Audiencia de Quito. En España se
precipitaban los acontecimientos. Vuelto Fernando VII al trono, desconoció la
constitución de Cádiz e inició un gobierno autocrático[1],
reaccionario y represivo. Esto se hizo sentir en América. Dejando de lado
cualquier avance constitucionalista o autonomista, el Rey intentó volver a las
colonias a la situación anterior a las guerras napoleónicas. Esto precipitó la
ruptura.
Durante
la segunda década del siglo XIX, los impulsos independentistas fueron madurando
en Guayaquil. En respaldo a las autoridades realistas, que se dio frente a los
movimientos de Quito (1809 – 1812), dio paso a la demanda por la total
autonomía. Las acciones contra el puerto, por parte de los marinos ingleses al
servicio de la independencia del Cono Sur, demostraron que los españoles
carecían de los recursos necesarios para defender Guayaquil, cuya vida estaría
cada vez más a la merced de las fuerzas navales insurgentes. El hecho pesó en
una ciudad liderada por comerciantes, a la que llegaban regularmente noticias
de los triunfos de Bolívar y de San Martín.
La campaña definitiva (1820 –
1822)
Los
notables guayaquileños proclamaron su independencia el 9 de octubre de 1820.
José Joaquín de Olmedo fue la figura del pronunciamiento. Junto a él
estuvieron, entre otros, Febres Cordero, el jefe militar; Escobedo, Jimena,
Roca y Espantoso, que formaron parte de las juntas, Provisional y Suprema, que
se sucedieron en el mando. El ejemplo porteño impulsó varios movimientos en el
interior. El más importante fue el de Cuenca, que proclamo su independencia el
3 de noviembre de 1820.
Unas de
las primeras acciones de Guayaquil independiente fue intentar liberar al resto
de la Audiencia. Luego de algunos éxitos, el ejército guayaquileño sufrió
derrotas que lo obligaron a replegarse. Es estas circunstancias se recibió el
refuerzo enviado desde Colombia por Simón Bolívar, que destacó a su mejor
general, el venezolano Antonio José de Sucre, para que dirigiera las
operaciones. Además del encargo militar, Sucre traía la comisión de gestionar
la anexión de Guayaquil a Colombia, pero la resistencia obligó a postergarla.
Luego de un primer intento no exitoso, Sucre logró seguir a la Sierra y llegar
cerca de Quito. En la mañana del 24 de mayo de 1822 derrotó a los realistas en
las faldas del volcán Pichincha. Esa batalla definió el curso de la
independencia de lo que hoy es Ecuador. Quedo pendiente en el sur la
independencia de Perú.
Después
del fracaso de los intentos iniciales, la independencia de lo que hoy es
Ecuador solo pudo concretarse cuando las élites ampliaron la base social de las
fuerzas insurgentes con la convocatoria a otros sectores sociales, y cuando se
recibió la ayuda de Colombia. Es decir, el proceso logró ser exitoso cuando
convocó a los actores populares de apoyo, y cuando se integraron los esfuerzos
de diversos ámbitos coloniales contra las fuerzas españolas. Fue una acción de
dimensiones continentales. La guerra se levantó desde Venezuela, Nueva Granada
y Quito, y también desde Buenos Aires y Chile para concluir en el Perú.
[1] Autocrático es un sistema de gobierno absoluto, en el
cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley de un Estado. Se refiere
generalmente a la monarquía absoluta.
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